Me advirtió ayer Xoán Abeleira sobre la tormenta que habían desatado ciertas (supuestas) declaraciones de Antonio Gamoneda sobre la poesía de Mario Benedetti. Digo "supuestas" porque ni yo estaba allí cuando las pronunció ni tengo porqué dar fe de que lo que lanzaron al aire las agencias de noticias y recogieron algunos medios fuera exactamente lo que dijo nuestro premio Cervantes. Es más, leo y releo las supuestas declaraciones de Gamoneda y no veo en ellas nada más que lo que parece que quiso decir: que a él la poesía de mi admirado Benedetti no le interesaba. Es decir, que ha expresado en público una opinión que muchísimos de sus colegas poetas (desde los escasísimos poetas mayores hasta la legión de poetas menores que tenemos en España) comparten en privado y que nunca se atreverían a expresar delante de unos micrófonos o unos periodistas.
A cuchillo y con toda la caballería han saltado a la palestra algunos de esos poetas deudores de los muchos premios y enjuagues que controla y reparte la factoría de Chus Visor. Uno se pone malicioso: ¿y si Gamoneda publicara su poesía en esa casa y no en otras editoriales le habrían saltado al cuello con idéntica celeridad los amigos de Luis García Montero?¿alguien se escandalizó en público porque el último Premio Nacional de Poesía fuera al excelente Joan Margarit, autor de Visor y con libro en castellano pendiente en la colección que allí dirije García Montero -miembro también del jurado de ese premio Nacional-?¿escucharon ustedes alguna palabra en contra de Benjamín Prado o de Benítez Reyes?
La obra (amplia) de Benedetti goza de una legión de lectores inversamente proporcional al afecto que sus poemas levanta entre poetas como el bueno de Gamoneda. No sirve que me digan que el libro más vendido de poesía en España, ediciones y ediciones, fue aquel que compiló Ansón en su momento. La comparación no es posible: Mario Benedetti fue novelista, cuentista, ensayista y poeta. Sobre todo novelista. O sobre todo cuentista. O sobre todo ensayista. Y, sobre todo, poeta. La tregua lleva siendo novela de cabecera desde hace cincuenta años de generaciones y generaciones de lectores latinoamericanos y españoles. Benedetti es uno de los grandes referentes de la literatura en español del siglo XX. Pero es que, además, se ganó a los lectores porque era un escritor del pueblo: generoso y sencillo.
Ahora recuerdo cuando hace unos diez años, dando Bartleby Editores sus primeros pasos, un día le dejé un recado en el contestador telefónico de su casa de Madrid ¿imaginan lo que ocurrió? Que el mismo Benedetti devolvió la llamada y casi se excusó diciendome que su editor en España era Visor y que, claro, su compromiso no podía romperlo. Pocos autores son capaces de aunar tanto compromiso y generosidad hacia los demás. Sólo los grandes, sin duda (y ahora viene también al recuerdo la reacción de otro narrador -tertuliano en la RNE aznarista de entonces y columnista semanal en un suplemento cultural de tirada nacional- que llamó encolerizado por teléfono a Pío Serrano, editor de Verbum, para preguntarle quién se creía que era ese tal Pepo Paz para pedirle a él que reseñara un libro en su suplemento. Antecedentes: durante una presentación de uno de nuestros libros en la Casa de América de Madrid, semanas atrás, alguien me dio a conocer en persona a este individuo y él mismo me dijo que cuando saliera el libro se lo enviaramos...)
Compartí también hace unos años conversación en un viaje en mi coche entre Oviedo y León con Antonio Gamoneda. Fue al regreso de la presentación en la capital asturiana del primer libro que habíamos publicado de Marcos Canteli. Antonio se empeñó en invitarme a cenar y acabamos compartiendo mesa a las tantas de la noche en un modesto bar de la Virgen del Camino, a las afueras de León. Pondría la mano en el fuego por Gamoneda: no creo que expresar nuestra opinión sobre algún aspecto concreto de la obra de un colega sea motivo de linchamiento público. Aunque a Gamoneda haya muchos que estaban esperando ajustarle cuentas hace tiempo. Desde los secuestradores de cadáveres exquisitos hasta los que le miran mal por ser un tipo consecuente y de izquierdas. Así está el patio.