El suplemento de ABCDe las Artes y de las Letras publicó este sábado pasado una columna firmada por Ricardo Menéndez Salmón donde se destacaba la labor de traducción que viene realizando Jaime Priede y se hacía una interesante valoración de su último trabajo: Reparación, de C. K. Williams:
"Decididamente, con gran talento y mucha tenacidad, el asturiano Jaime Priede se está convirtiendo por derecho propio en uno de los más importantes traductores de poesía en lengua inglesa de nuestro país. Si a finales del año 2006 nos llegaba su exitosa antología de Raymond Carver, Todos nosotros, en Bartleby Editores, y hace pocos meses nos entregaba su magnífica relectura de El puente, de Hart Grane, para Ediciones Trea, saludada con entusiasmo desde estas mismas páginas por Jaime Siles («¡Jóvenes poetas, leed a Grane!»), de nuevo en Bartleby Editores aparece la versión que Priede realiza de un poeta hasta ahora inédito por estos pagos, el norteamericano C. K. Williams, de quien se traduce Reparación, libro publicado originalmente en el año 1999.
Aunque la poesía de Williams se nos presenta ya desde su título como una literatura del consuelo, más bien me inclinaría a definirla como una poética angustiada de la conciencia, casi como una hipertrofia del sujeto que prohijó la tan añorada Modernidad. En efecto, la conciencia y sus hallazgos, entre los cuales el sustrato epifánico que atesora la realidad no parece el menos desdeñable, se dibujan en la obra de Williams como los únicos instrumentos capaces de dotar de sentido al mundo, aun reconociendo que en su propio proceso de conformación transportan el germen de su fracaso. Porque el mundo aspira a ser comprendido, cierto, pero no se deja aprehender, como confiesa Williams en un bello poema de inspiración abiertamente cartesiana: «Palabras o cera, no hay modo de // moldear nuestra propia imagen, nuestra desolada // conciencia al borde de la cual sólo // hay más conciencia». De esta dialéctica entre lo que se puede decir y lo que sólo se puede mostrar, rescata la poesía de Williams momentos de esplendor y otros no tan exultantes.
Porque Reparación es un libro desigual aunque notable, que camina por lugares trillados cuando se deja invadir por la emotividad (caso de piezas como «Owen, siete días» o «Biopsia»), pero que vuela alto, muy alto, cuando Williams opera con cierta distancia y se embosca en la contemplación de la pura materia, bien para celebrarla en lo que tiene de don (y ahí está ese extraordinario poema titulado «Árbol»), bien para interrogarla en lo que posee de ciega y absurda (como se puede ver en el memorable «Hueso», casi una revisitación entomológica de «La carroña» de Baudelaire). Lo que queda, en cualquier caso, es la sensación de haber asistido a un hallazgo. Que no decaiga, pues".